jueves, 11 de agosto de 2011



Treinta minutos en el alba que estalla


Escena al amanecer, en la ciudad de Santa María. Fluye un pegajoso calor.

06:55
Roberto, estupefacto como suele, se despierta esa mañana de jueves para encontrarse con una situación crítica que, al principio, le produce un grande, insoportable, dolor y mucho odio. Parece que durante la noche se han recargado eléctricamente los intersticios del destino (él cree en el Destino… que está ya escrito… ¿dónde?) y no se abre una ventana a la luz del verano como esa semana solía, se abre una crisis, detrás de los dientes de Isabel hirientes (aquella que yo pensaba que me amaba, que no sólo por piedad ni aburrimiento me dejaba entrar en su cuerpo hasta ser un solo cuerpo…sino que me amaba, en el sentido de los ángeles (para los católicos y demás seres religiosos) o en el sentido de lo imaginario del deseo (para los agnósticos y ateos). ¡Malvada hija de los hombres!…y ahora me sale con esta cuchillada (¿imprevista?) de a traición…palabras simples pero terribles, apenas susurradas, como dichas desde la vergüenza o desde una boca llena  de los insectos de la muerte; escaramuzas que me pueden cambiar  toda vida, para siempre.

Siguiendo el sendero del intersticio  percibido por  Elliot “ (abril) es el mes más cruel / engendra flores en la tierra muerta” etc. desde pequeño Roberto  comprendió  que en el alba y especialmente el alba del verano habita un atributo cruel del dios que nos despierta a una historia a un narrar cotidiano cuando ya soñábamos por fin en la derrota de esa historia derrotada en el sueño que simula la muerte  y acaso hasta deleitarnos en el sueño dentro del sueño de que  ya vivíamos en la muerte y sostener otra esperanza otra distinta en el hiato de la noche pausa analgésica angélica mirada …haber entrado sin merecimientos en la plenitud dilatada de la pradera de la muerte toda entera …
…pero el giro sin piedad del planeta había vuelto a clavar nuestros ojos frente a la estrella gigantesca  y deslíen las sombras y arrebatan y nos queman esos ojos y no resta mayor aventura que una espera y una repetición de lo continuo de todo y cada objeto y sístole y diástole de la bomba y el baile encadenado de los actos morales inmorales y los intensos simulacros del perdón de la culpa y el idioma…

Y siento que mi carne va ya a lo despierto…
y el idioma sigue cantando y contando su cuento alelado de lo indecible de lo deseado.


07:00
En este exacto punto de la mente adormilada del hombre a las siete exactamente de esa mañana de verano extremo de dos mil once Isabel salta desnuda así suele dormir y ahora salta y golpea talones en el centro de la habitación y solloza y grita como animal de terror hoy aterrado:

-¡Estoy harta!
¡ Harta!
¡Más que harta!
de aguantarte y aguantarme  me siento
me siento asfixiada
y presa y secuestrada y no se si te amo o hube amado pero en este momento te odio te odio mucho y odio hasta mi misma piel y mis propios ojos y mi propio sexo que tira hacia delante…
(no puedes ni imaginar mi odio)

-¡Y quiero que te vayas que te marches ya mismo que me dejes vivir sin tu puta sombra y
y y y y y y yyyyyyyyy si no te marchas ya, ya, ya… me iré yo misma tiraré abajo esa puerta de mierda esa pared de mierda y me tiraré al vacío me marcharé en el acto…
…vete maldito vete mi amor.

-Y ya no estoy soñando, no estoy en el bucle infinito,
¡Pero no me abandones, mi vida, mi bien! ¡Muérete pero sigue a mi lado, afantasmado… sin corromperme el agobio de tu apego… tan amado me eres y te odio…!
¡Asqueroso!
 Carne mía que desprecio en mi carne y el anhelo me tira hasta tu tibieza, Bob.
Roberto, traición de mi deseo y de mi miedo terrible.  


07:09
En la escena, con las últimas telarañas en los párpados…niebla en la habitación, niebla en el iris, su novia, su ya ex novia – ¿su amante perpetua ya, en su deseo? le grita  que se siente agobiada, encerrada en un cuarto estrecho, tóxico, claustrofóbico…y que ella necesita –como al aire- pasar un tiempo en soledad. Que todo se ha terminado. Que acaso ella lo reconsidere, en el futuro. Que nada puedo prometerte, Roberto.

Con esta imagen se abre el espacio (limitado) y el conflicto (inesperado)…pero Roberto no encuentra componentes de futuro ni esperanza en estas visualizaciones desesperadas…porque desconoce qué futuro se inaugura con el cierre de su mundo declarado por Isabel. Con un desdén olímpico por mis debilidades, mis miedos, mi incapacidad desde niño para resolver estos infiernos (¿Tienen los infiernos solución o… tienen puertas?).

El muchacho mira para otro lado, ocultando a Isabel sus lágrimas  (no quiere que la histérica Furia tenga compasión de su víctima) y –apresuradamente- mete cosas informes dentro de una maleta verde y sale corriendo del cuarto y baja una escalera vieja saltando los peldaños de a dos, golpeándose como un imbécil contra los muros...y llega a la mañana solitaria de una calle solitaria, que él no había pensado llegar a conocer a esa hora tan íntima…y casi choca con un taxi, donde se sube, tras un instante de no duda y le grita al anónimo  “lléveme hacia el sur; hacia la parte vieja…donde están las pensiones, cerca del puerto”.

Y comienza a derivar su existencia –y a vivir, atontado- por un río que no desemboca en ningún océano, que se pierde en las arenas de los desiertos más enrarecidos del presentimiento.





07:30
La “mudanza” a uno de esos “hoteles de pasajeros” típicos de ciertas, zonas míseras casi, de la ciudad encuentra a Bob suspendido en el tiempo y en el espacio, circunstancia que pareciera ideal para realizar actividades de diversa índole…leer obsesivamente, comer apenas.

 (Comienza a soñar)
… ir a una casa en las afueras siguiendo los pasos de una extraña que lo atrajo con su perfume dulce, viajar durante tres días a una ciudad desvencijada cerca de las montañas…conocer algunas mujeres jóvenes, al tiempo que intenta, al menos en un principio, volver a recuperar a su pareja…



00:00

Uno de los encuentros propiciados por esta suerte de paréntesis en su vida cotidiana se producirá en un bar, donde el joven conoce a una mujer tan solitaria como él;  personaje que hace evidente de alguna manera que reconoce su fragilidad, que la sospecha…y que ya ha comenzado a desearlo, con la potencia del sexo en el verano; abducidos por la estrella del centro del sistema.

El dios se regocija.

© carlosmamonde

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